Primer contacto con centro Europa

Puentes de Praga

Antes de llegar a los países de centro Europa mis viajes eran principalmente diurnos. En Grecia, Reino Unido o Francia dormía generalmente un número prudente de horas y amanecía temprano. Pasaba el día recorriendo la ciudad, salia por la noche, pero volvía a tiempo para dormir unas seis horas de media antes de levantarme a las ocho o las nueve de la mañana.

Todo cambió cuando llegué a Bratislava. Los precios se redujeron drásticamente, de los cinco euros por 33cl de cerveza de Atenas pasamos a un euro por una pinta.

La fiesta también cambió, se veía mucho menos turista, era la excepción; la gran mayoría de personas allí eran locales o de los países colindantes. Y os aseguro que el cambio es para bien. La gente es mucho más auténtica, menos materialista, más humana, más real.

Tenía previsto pasar un par de días en Bratislava y acabé pasando casi una semana, y desde luego no fue por el interés turístico, ya que en un día te has recorrido todo lo destacable de la capital eslovaca un par de veces.

Eso sí, olvidaros de dormir; volveréis tarde y cuando amanezca el sol os dará de lleno en la cara, ya que en estos países las persianas no existen y las cortinas están de adorno, cuando las hay. Aquí empecé a dormir una media de tres o cuatro horas diarias.

Otro aspecto que difiere respecto a lo que estamos acostumbrados es el desempeño del personal de hostelería. Esta vez a peor. Entiendo que los sueldos no sean ninguna maravilla, pero si estas trabajando qué menos que poner un poco de interés; la tónica generalizada en países como Eslovaquia, Hungría o República Checa es atenderte con malas caras, sin ninguna prisa y con desgana. Después sacarán el monedero y arrastrarán los dedos sobre las monedas del cambio mientras pagas, esperando una propina.

En cambio en los hostels el trato mejora, y los servicios prestados por el personal del hostel incrementan casi al mismo ritmo en que decrecen los precios. Puedo recomendar los tres lugares en los que estuve en esta zona sin ninguna duda: Art Hole Hostel en Praga, Loft Hostel en Budapest y Hostel Possonium en Bratislava.

Por lo general todo el mundo habla en inglés, mejor que en España (lo cual no tiene ningún mérito, todo sea dicho); si bien en algunos lugares parece no hacerles mucha gracia. En la oficina de información de la estación de tren de Budapest todo eran malas caras, señalar la pantalla con los horarios de salida y decir “ves, ahí tienes”.

En cualquier caso la facilidad de la gente para entender y hablar el inglés viene dada, principalmente, por el uso de las voces originales en el cine y la televisión. Es una maravilla el estar en un país con un idioma totalmente desconocido y poder ver la televisión o ir al cine sin problemas. Resulta gracioso ver los subtítulos, ya que quieras que no los ojos tienden a echar un vistazo a esas ininteligibles palabras.

Pero no todo es negativo en Budapest, ni muchísimo menos. La ciudad es preciosa, dividida en dos por el río Danubio, con grandes atractivos tanto en el lado de Buda como en el de Pest.

Vistas de Budapest. Buda, Pest y el Danubio.
La comida es realmente barata, por unos doce euros nos zampamos un americano y yo una parrillada de carne presentada en una fuente de metro de longitud. Carne de pollo, de pavo, de pato, de ternera, de cerdo… con guarnición de arroz, ensalada, verduras y patatas fritas.

La primera noche allí me apetecía salir de fiesta, pero el hostel en el que me albergaba estaba vacío. Pregunté al personal del mismo dónde ir y me aconsejaron un garito, la entrada costaba 1,8€ al cambio e incluía tres pintas de cerveza. No necesité que me lo dijeran dos veces. En menos de una hora las tres pintas se acabaron convirtiendo en cinco, cortesía de una búlgara que aseguraba tener bastante con la primera de las suyas, y el resto de la noche ya os la podéis imaginar.

Y de la República Checa qué os voy a contar; cervezas caseras, realmente buenísimas, incluso sin pasteurizar, por euro o euro y medio la pinta. En los supermercados podéis encontrar cervezas por cinco o diez céntimos de euro. Ahora mismo no es un destino recomendable para los preplayas.