Bienvenidos a Bosnia: 36 horas en la tienda de campaña

Habíamos cruzado la frontera bosnio-croata sin contratiempos y nos adentrábamos en el país más pobre de Europa.

Las mezquitas y los vendedores de alfombras de piel de animal nos transportaron a Asia. La primera ciudad, Bihac, y el primer supermercado al que entramos nos confirmaron nuestra primera impresión.

Bosnia nos recuerda a Laos. Un contraste brutal tras viajar y vivir durante los últimos 2 años en Europa. Las ciudades sin florituras, funcionales, pura acumulación de casas y edificios de una o dos plantas al margen de la carretera.

Cabe destacar, eso sí, los alrededores del río que atraviesa Bihac; con un precioso parque y vistas desde el puente que nos llevaba hacia el sudeste de Bosnia.

Paramos en una gasolinera a repostar: a rellenar las botellas de agua. Y aprovechamos el WIFI abierto para revisar el parte meteorológico. En las últimas horas había cambiado y pronosticaba lluvia durante toda el día siguiente. ¡Mierda!

Tras habernos chipiado hasta los huesos en Croacia, y pasado medio día secando la ropa y tienda de campaña, pensábamos que el buen tiempo nos iba a acompañar al menos durante una semana. Estábamos equivocados. O, mejor dicho, el señor del tiempo se había vuelto a equivocar y nosotros nos lo habíamos creído.

Nuestra ruta nos llevaba a las montañas del Parque Natural de Una, un mal destino en un día de lluvia. Veíamos como las nubes iban escondiendo el azul el cielo, y nos empezábamos a preocupar cuando la niebla comenzaba a tomar la carretera.

Decidimos parar nuestra ascensión y preguntar en una casa al lado de la carretera si podíamos pasar la noche en su jardín. Unos cuantos gestos, movimientos de manos, escenificación de una tienda de campaña e intercambio de sonrisas después, la anciana nos daba su OK.

Eran las 7 de la tarde y ya estábamos recogidos en nuestra tienda de campaña, con las nubes convirtiendo la tarde en noche de manera apresurada, y las primeras gotas dejándose caer sobre nuestro hogar de quita y pon.

La noche se nos hizo especialmente larga, recluidos en el interior de nuestra carpa tantas horas; aunque dormimos a pierna suelta buena parte de la misma, pese a la lluvia continua. Unas veces más intensa, otras veces goteando y, en ocasiones, cayendo desde el tejado de la casa junto a la que nos encontrábamos y rebotando en el suelo junto a nuestra tienda de campaña.

A la mañana seguía lloviendo, y nuestra tienda de campaña se encontraba sumergida en la bruma. Cuando la lluvia mitigó ya era bien entrada la mañana y nuestra tienda estaba empapada, lo cual es un problema en días sin sol, ya que no hay manera de secarla; y si la empaquetas a la noche siguiente está mojada por dentro y por fuera.

Tras meditarlo un buen rato decidimos pasar otro día en la tienda de campaña, seguir pedaleando implicaba adentrarnos más en las montañas, donde llovería más; acabar empapados y tener que dormir en una tienda de campaña mojada no parecía una buena idea.

Al mediodía dejó de llover y salimos a estirar las piernas y cocinar unos huevos fritos, cuando la anciana dueña del jardín se aproximó a nosotros con una bandeja con un queso fresco típico, mermelada casera y un pan peculiar tipo hojaldre.

Entre sonrisas le dimos las gracias, y le volvimos a agradecer que nos dejara pasar otro día en su jardín.

Ahí seguimos. En nuestra tienda de campaña, pasando la tarde oyendo la lluvia caer sobre nuestro techo, y todavía con unas 18 horas más por delante. Cruzando los dedos y confiando que al día siguiente hiciera un buen día para poder secar la tienda de campaña y continuar con nuestro viaje y nuestras sonrisas.

Secando nuestra tienda de campaña en Bosnia

Y así fue, tras el primer intento fallido de amanecer, a la segunda fue la vencida y el sol se coló entre las nubes para darnos una bienvenida en condiciones a Bosnia. Secamos nuestra tienda de campaña, desayunamos y nos lanzamos hacia las montañas y la Bosnia más rural.