El día que empecé en autostop y acabé conduciendo un descapotable

Nos encontrábamos a la salida de una estación de servicio en mitad de Francia, llevábamos todo el día de gasolinera en gasolinera y tiro porque me toca, y estaba empezando a oscurecer. La tarde se convertía en noche y nuestras esperanzas de encontrar un coche que nos llevara hasta Toulouse se reducían por momentos.

La salida de Lyon había sido desastrosa, nos llevó horas conseguir el primer coche, pero posteriormente todo había ido relativamente bien; salvo porque ninguno de nuestros conductores recorría demasiados Kilómetros.

Fue entonces cuando un deportivo Renault descapotable se paró a recogernos.

Ilze y yo nos miramos sorprendidos, pero sin tiempo a intercambiar palabras el conductor nos hizo un gesto invitándonos a subir.

Se trataba de un hombre bien entrado en su treintena, con aspecto de ejecutivo y mirada afable. Él se dirigía a una ciudad más allá de Toulouse, pero no tenía problema en entrar en la ciudad y así dejarnos en pleno centro.

Tras ofrecernos algo de comer, nos empezó a contar cómo había viajado haciendo autostop en sus tiempos mozos. También a reconocernos que estaba bastante cansado, que llevaba conduciendo todo el día desde que alquiló el coche en el aeropuerto de Génova, y que necesitaba descansar pero que tenía que llegar esa noche a su destino.

Sus siguientes palabras eran un ofrecimiento a conducir el deportivo mientras él se echaba una siesta.

– Eeeesto, sí, claro, por qué no…
– ¿Pero tienes carnet no?
– Sí, sí.
– Pues eso, cógelo un rato mientras descanso.
– Ok.

Y sin más discusión me cedió el volante, un día que comenzó haciendo dedo en Lyon y acabó aparcando un deportivo en pleno centro de Toulouse.

Allí nos reencontramos con un viejo amigo de Couchsurfing, que tras oír que estábamos haciendo autostop desde Letonia hasta España nos ofreció su sofá -bueno, su colchón inflable- para pasar un par de noches y continuar a dedo hasta Zaragoza.