Haciendo dedo

Mi primer contacto con el autostop fue en Praga. Conocí a Iker, un chico vasco que estaba haciendo autostop desde Barcelona hasta Moscú. Sus historias me resultaron bastante interesantes y despertó mi interés.

Me decidí a probarlo en Amsterdam, mi primera vez fue desde la capital holandesa hasta Amberes (Bélgica). Dado que era mi primera vez me informé de las áreas recomendadas para hacer autostop en esta ciudad mediante Hitchwiki (la wikipedia del autoestopista), revisé Google Maps, apunté algunas referencias de las carreteras que debía seguir y de las ciudades intermedias, me agencié un permanente y comencé a caminar en dirección a la salida de la ciudad.

Por el camino me hice con un cartón y estrené mi rotulador.

Haciendo dedo

Llegué hasta la salida de la ciudad, el desvío a la autopista señalada, y empecé a probar suerte. A los cinco minutos alguien en sentido contrario paró y me recomendó que avanzara unos centenares de metros más ya que estaba cometiendo mi primer error: la zona en la que estaba no era demasiado propicia para parar, no había suficiente espacio y eso complicaba que nadie me recogiera.

Agradecí y seguí su consejo y encontré una zona con un amplio arcén que me pareció apropiado. A los diez minutos aparecieron dos chicas letonas que venían haciendo autostop desde su país, la carita sonriente de mi cartel contrastaba con las florecitas de los suyos. Cuestión de estilos.

Tras quince minutos charlando con las letonas nos despedimos y seguimos probando suerte por separado, ya que tres personas en un solo coche iba a ser harto complicado.

En menos de diez minutos un coché me recogió y me llevó hasta mitad del camino. Era un señor de 50 años, soltero, vivía en Rotterdam. Se mostró bastante curioso por mis viajes y por los ligues.

Me dejó en una entrada a la autopista que me llevaba a Amberes, junto a un puente. Tardé menos de un minuto en coger el siguiente coche, el segundo en pasar me recogió. Era un transportista residente en Amberes que volvía con su furgoneta nueva, en menos de 1 mes le había hecho 30.000 Kilómetros. No sabía español pero le gustaba cantar en nuestro idioma, me estuvo torturando un rato con canciones cubanas, pero resultó bastante divertido.

Vista la eficacia, seguridad y diversión de mi primera experiencia haciendo dedo decidí continuar de esta manera recorriéndome Bélgica. Todos mis trayectos en solitario por este país fueron de esta forma.

De Amberes a Bruselas me llevó un francés de unos cuarenta años con una hermana viviendo en Alicante. Bastante majo, me recogió mientras iba caminando saliendo de Amberes, por lo que ni siquiera llegué a pararme en ningún sitio, y me llevó a 150Km/h.

De Menen a Brujas me recogió el segundo coche que pasó, una señora de unos cuarenta y tantos yendo a trabajar; me dejó a mitad de camino y me recogió una pareja de unos treinta que iba a Brujas a dar una vuelta en bicicleta, muy agradables. Todo el recorrido charlando sobre viajes y sobre su país.

La vuelta de Brujas a Menen fue también muy rápida, en un minuto me había recogido otra pareja con el coche de su empresa, me llevaron hasta la puerta de casa, hasta nos quedamos un rato más charlando una vez llegamos.

Al día siguiente fui de Menen a Gante. Fue la primera situación un poco más extraña, con un francés que no hablaba nada de inglés y tampoco parecía demasiado comunicativo, conduciendo a 150Km/h sin cinturón de seguridad… Pero sin mayores contratiempos.

De Gante fui a Louvania, esta fue la primera vez que tuve que esperar más de cinco minutos en Bélgica. Me situé bien, pero los cartones que encontré al salir de la ciudad eran un poco cutres y el permanente ya estaba en las útlimas, por lo que el cartel no era todo lo visible que me gustaría.

Tras una hora esperando apareció una chica en bicicleta, que vivía justo en frente, y se ofreció a traerme un cartón más grande y claro, así como un rotulador nuevo. Ella misma insistió en pintarme el cartel, estuvimos un rato charlando y a los quince minutos me recogieron un par de chicos de treinta y tantos, uno alemán y el otro rumano. Me llevaron prácticamente a la puerta de la casa donde me estaba alojando.

De Louvania fui a Bruselas en tres paradas, realmente rápidas, todo gente yendo camino del trabajo. Para volver me recogió una pareja mayor, con una señora conduciendo guiándose ciegamente por el GPS, me acabó dejando en una zona bastante poco apropiada para parar o hacer autostop… Y cuando ya pensaba que tendría que caminar sin apenas arcén hasta llegar a Louvania levanté durante unos segundos el cartel y un par de chicas muy simpáticas (y algo locas), que volvían del aeropuerto, pararon en medio de una curva sin espacio y me invitaron a subir. Me llevaron hasta la puerta de casa y acabamos quedando la noche siguiente.

El hitchhiking es genial, tras estas experiencias os puedo asegurar que repetiré. Conoces gente de todos los lugares en los coches y en la carretera, charlas sobre todo tipo de temas, no necesitas ajustarte a horarios de otros medios de transporte, es gratis y, al menos en los países que he probado, rapidísimo.

Nos vemos en los arcenes.