La increíble carretera fronteriza entre Irán y el Caúcaso

Sin comerlo ni beberlo, el paisaje que nos quitó el hipo en Irán fue el que nos dio la bienvenida.

Una carretera junto al río Aras, que separa Armenia y Azerbaiyán de Irán. Una ruta que ni siquiera nos habíamos planteado hasta esa misma mañana, cuando optamos por dar un rodeo en lugar de ir directos hacia Tabriz.

Tras cruzar el puesto fronterizo de Meghri – Nordooz, entre Armenia e Irán, nos adentramos en territorio iraní. El clima había cambiado en unos pocos kilómetros, del frío y la lluvia en las montañas armenias al calor y el cielo azul iraní.

Nuestra vestimenta también cambió, especialmente la de Ilze, obligada a llevar ropa de manga larga y la hiyab en todo momento mientras se encontrara en el país.

El primer conductor que nos adelantó paró ipso facto, se echó a un lado de la carretera y se bajó junto con su acompañante a darnos la bienvenida a Irán. Ambos nos ofrecieron su almuerzo y se sacaron unas cuantas fotos con nosotros antes de continuar su viaje.

Esto nos pilló un tanto por sorpresa, pero lo espectacular es como aquello se convirtió en la tónica del día… y de los meses siguientes. Allí donde fuéramos la gente iraní se pararía para saludarnos, darnos de comer y beber, y sacarse unas cuantas fotos con nosotros. ¡Eso si no nos invitaban a su casa!

La ruta hacia Jolfa en bicicleta

Bienvenida a Irán

Increíble paisaje en Irán

Viajar en bicicleta en Irán

Carretera entre las montañas en Irán

Pedaleando entre montañas en Irán

La ruta hasta Jolfa fue, sencillamente, impresionante. Otros cicloturistas que habían pasado por allí nos habían avisado que sería problemático para acampar, dado que es una zona fronteriza y que hay un cuartel militar tras otro. Eso sí, nosotros no tuvimos demasiado problema para encontrar una plantación de melocotones donde poner la tienda de campaña de manera furtiva, escondiéndonos de los soldados iraníes.

A la mañana, eso sí, nos despertó el dueño del campo… ¡Ya que tenía que regarlo! Y se disculpó, una y otra vez, por habernos tenido que sacar de la tienda. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que había regado todo el resto del campo y había esperado hasta el último momento para no molestarnos.

Por supuesto, eso no fue todo. En cuanto salimos de la tienda nos trajo té, frutas, pan, queso… ¡Vaya manera de echarle a uno tras acampar sin permiso en su campo! El paisano se ofreció a ayudarme en Irán si necesitaba cualquier cosa, y hasta quería llevarme a un restaurante para invitarme al kebab iraní.

Entre encuentros, paradas, conversaciones, regalos y fotos; acabamos llegando a Jolfa, donde fuimos invitados al picnic de otra familia iraní.