La historia del primer desayuno en Turquía

Si quieres ser feliz, se feliz.

Más de un año de viaje, ¡pero esto todavía es el comienzo! Cruzando el puente que separa Grecia de Turquía, en tierra de nadie, simbolizó para nosotros el paso entre Europa y Asia.

Por primera vez desde que comenzamos la vuelta al mundo en bicicleta, nos dirigíamos a territorio totalmente desconocido, al menos para mi.

Turquía no es una gema misteriosa para el turista, pero esta era la primera vez que abandonaba Europa por tierra. La primera vez que empujaba mi bicicleta más allá de los territorios europeos.

Nuestros 11 meses de viaje por Europa llegaron a su final, lo más probable es que no vamos a volver a pisar esa tierra durante un puñado de años.

Primera noche en Turquía

La noche se nos echó encima tras recorrer los primeros 60 kilómetros y encontrándonos en mitad de ninguna parte, como de costumbre, así que corrimos a poner la tienda de campaña en un bosque cuando la luz del día se disipaba en el horizonte.

A la mañana siguiente nuestra tienda estaba empapada por la lluvia y la humedad se había condensado en el interior de nuestra carpa. Nada nuevo, parte de la rutina diaria, teníamos que encontrar un lugar donde secarla.

Comenzamos a pedalear en busca de un lugar seco y con viento, a ser posible con algo de sol, para no cargar todo el día con una tienda mojada y poder dormir de nuevo en ella la noche siguiente.

Primer café en Turquía

Empujábamos los pedales, hambrientos, buscando un lugar donde comprar algo de comida para desayunar, cuando un anciano nos hizo gestos de parar desde la terraza de una casa de té.

Insistió en que le acompañáramos, que dejáramos nuestros trastos a un lado y nos sentáramos con él a tomar un café. No pudimos negarnos, y aceptamos su propuesta.

A base de gestos nos las arreglamos para entendernos, su familia vivía en otra ciudad y él estaba solo en un pequeño pueblo junto con sus vecinos de toda la vida, pero cuando quiso invitarnos a desayunar nos pareció ya demasiado, y decidimos continuar nuestra ruta.

Primer desayuno en Turquía

Finalmente vimos un lugar ideal para secar nuestra tienda, un pequeño parque junto a un restaurante y tienda de quesos.

No tuvimos tiempo ni de desatar la tienda de campaña de la bicicleta, cuando el propietario del restaurante salió a darnos la bienvenida y a insistirnos a tomar un té dentro.

Le dimos las gracias pero seguimos a lo nuestro, queríamos poner a secar la tienda primero. Y queríamos entender si nos estaba invitando o pidiendo que consumiéramos en su negocio. Yo tenía claro que era lo primero, pero Ilze argumentaba que se trataba lo segundo.

Cuando estábamos terminando de montar la tienda de campaña, se nos acercó de nuevo insistiendo una vez más que le acompañáramos, que seguro que teníamos hambre y querríamos desayunar.

Intercambiamos un par de miradas y nos fuimos con él, que nos señaló una mesa donde sentarnos. Le intenté explicar que no teníamos mucho dinero, que sólo queríamos algo barato mientras nuestra tienda de campaña se secaba, pero él repitió en repetidas ocasiones que no me preocupara.

La comida comenzó a llegar a la mesa. Quesos, sandwiches, pan, aceitunas, té. Otro hombre se sentó con nosotros intentando conversar con nosotros; a base de gestos pudimos explicarle de dónde veníamos, a dónde íbamos y dónde dormíamos.

La comunicación era limitada, pero su expresión no dejaba lugar a dudas. Era una persona afable, cercana y sonriente.

Cuando terminamos de comer teníamos ya una idea bastante clara que nadie nos iba a traer la cuenta, que nos habían invitado a desayunar sin decírnoslo directamente.

Iba a preguntar al dueño, por si acaso, cuando el segundo hombre regresó con una bolsa con varios kilos de quesos variados y pan.

¿Estamos despiertos? ¿Es esto normal en Turquía? ¡Vaya manera de empezar nuestra primera mañana en Turquía!

Con energías renovadas, nos montamos en nuestras bicicletas y continuamos en dirección a Estambul, apretando los dientes mientras combatíamos el viento en contra. Pero sin perder la sonrisa.